miércoles, julio 07, 2010

InterRail 2010 vacaciones en tren. Bratislava – Eslovaquia (Parte IV)

El Castillo desde la plaza
Tejado verde
Desde la escalera
Electric Bus
Old Train
El simbolo
Mural de Slavin
El castillo ahora blanco
InterRail 2010 vacaciones en tren. Eslovaquia (Parte IV)
SI vas a Viena y tienes tiempo es interesante visitar Bratislava, capital de la relativamente reciente Eslovaquia. Nosotros no teníamos mucho tiempo, igualmente no podíamos dejar pasar la oportunidad. Desde la estación norte de Viena se puede coger un tren que en menos de una hora nos deja en la capital Eslovaca que está a poco más de 60km.

Un poco de Wiki
En el 93 La republica checa y Eslovaquia separaron sus caminos. Bratislava la capital de Eslovaquia se encuentra a orillas del Rio Danubio y se encuentra en el extremo oeste del país a tan solo 60km de la frontera Austriaca y Checa.
En el centro histórico de la ciudad es bastante pequeño y esta difuminado entre edificios barrocos y vestigios medievales. En el casco antiguo de la ciudad donde se encuentra la iglesia de san Martin entre otros muchos monumentos rápido de recorrer, lo mejor es perderse por las calles buscando las estatuas metálicas esparcida por sus calles como el mirón, el soldado napoleónico o el fotógrafo o quizás dar una vuelta en los mini y cuando digo mini estoy haciendo una referencia literal, autobuses rojos que recorren el casco histórico por unos pocos euros. En lo alto de una colina visible casi desde cualquier punto encontramos el castillo de la ciudad, recientemente pintado de un blanco brillante como parte de las reformas que se están realizando en el monumento, normalmente se puede visitar su interior. En portadas de mapas guías de viajes y postales se puede ver en muchas ocasiones un puente cruzando el Danubio, el puente nuevo es un puente construido en los 60 sin ningún pilar de apoyo una maravilla arquitectónica de la época, en la cúpula de uno de sus extremos se encuentra un restaurante desde se pueden obtener unas bonitas vistas. Fuera del casco histórico se puede encontrar el monumento de Slavin, un cementerio soviético en lo alto de una colina construido para conmemorar la “liberación de la ciudad”. Si estas en Viena y te sobra un dia, vale la pena visitar Bratislava.

El viaje :
El chip cambia radicalmente en entrar en este país del este de Europa. Bratislava se encuentra en el extremo oeste del país frontera con Austria, y es un antiguo paso fronterizo de la vieja Unión Soviética. Nuestra primera visión del país fue el antiguo túnel fronterizo candidato perfecto a túnel del terrón con denominación de origen, custodiado por dos antiguas torres de vigilancia y altas murallas con alambre de espino. Empezamos a notar el cambio de culturas y el enorme impacto que dictadura bolchevique había dejado en el paisaje. Dejamos atrás el túnel para llegar a la estación, un sitio viejo y descuidad donde se pueden leer mensajes en Ruso serigrafiados en las paredes y siguen alli garitas fronterizas abandonadas y sucias inadvertidas por los lugareños ya acostumbrados a la estampa. Pasamos por el túnel inferior que cruza los andenes para llegar al hall de la estación, alce la mirada como siempre hago al entrar en cualquier tipo de construcción para no perder detalle y allí estaba, un enorme mural vestigio soviético, con sus característicos trazos y peculiar estilo. Era representación propagandística de las excelencias (o no) del comunismo, con varios soldados en actitud heroica y el Sputnik surcando los cielos como el gran logro de la época del programa espacial soviético. No nos quedamos mucho por allí, guardias armados con escopetas custodiaban la estación, no era un lugar ameno. Ya fuera la cosa es más complicada pues nadie habla inglés y no fuimos capaces de encontrar una caseta de información ni algo remotamente parecido. Entramos en un lugar, con aspecto de la típica o no tan típica oficina de venta de billetes de tranvía, no lo era y nos echaron en menos de treinta segundos sin apenas mediar palabra, fueron muy simpáticos y yo soy muy irónico, seguramente nos vieron guiris y ya estarán acostumbrados. Entramos en otra, en esta si vendían billetes. A diferencia de la otra, la señora, una señora mayor era bastante amable y simpática, hablaba o más bien conocía un par de palabras en inglés nos consiguió entender entre gestos y señales, queríamos ir al centro histórico, no era difícil. “fifi” cents (0.50€), ida y vuelta los dos, estos son los precios buenos! Siguiendo las indicaciones encontramos rápidamente la estación de tranvía. La estación de tranvía de Bratislava es como poco siniestra, se encuentra un nivel por debajo de la estación de tren, apostada en una pared de cemento donde vagabundos y yanquis buscan refugio del sol y se entierran entre cartones. Cogimos el tranvía número “triti” y nos plantamos en el centro en 15 minutos, es rápido y barato, no esta mal. El tranvía te deja cerca del centro histórico, cruzando un par de calles te plantas en dos minutos en la rambla donde se encuentra el ayuntamiento con su fuente y varias de las embajadas. Quizás sea la ciudad Europea en la que he escuchado más castellano en todo el viaje, estaba plagado, grupos y viajantes anónimos se cruzaban con nosotros comentando edificios y construcciones de la parte histórica que es realmente en la única zona donde se encuentra algún tipo de turismo, pese a venderse como una ciudad segura pocos son los que se atreven a adentrarse por las calles de la ciudad fuera de la seguridad del centro histórico. Nos perdimos por las calles del casco antiguo buscando las célebres estatuas de la ciudad, el mirón, el fotógrafo, el soldado napoleónico etc.. no fue difícil, pues quedan de camino hacia las principales atracciones del casco antiguo, varias iglesias y edificios remarcables, alguna que otra placita y sobre todo muchos cafés y pequeños restaurantes incrustados en antiguos edificios. En una de esas destartaladas pero encantadoras calles encontré una oficina turística donde conseguí un mapa, aunque realmente en ningún momento sentí la necesidad de uno, es todo muy pequeño y es fácil orientarse! Llegamos a la plaza del mercado, allí por unos pocos de euros se pude dar una vuelta por la ciudad en un carruaje o en un mini tren que recorre la ciudad, “siendo malos” y visto lo visto no creo que dure más de cinco minutos. En esa misma plaza se pueden comprar suvenires de todo tipo, postales , figuritas de madera, jarras, cuadros… lo que quieras y a muy buen precio. Seguimos a la multitud, como un rebaño de ovejas obedientes a su pastor ya que al parecer todos íbamos al mismo sitio, a la catedral. Que desilusión , estaba en obras y prohibían la entrada justo ese dia! Remontamos la carretera bordeando los restos de la muralla medieval una construcción donde la palabra medieval encaja a la perfección y es que aun se pueden ver los puntales de madera y atalayas apostadas sobre la muralla, pasarelas de guardia impasibles al paso de los años, resistiendo, como si nunca hubieran sido reformadas y aun así manteniendo su integridad. En pocos minutos llegamos a una pequeña iglesia cerrada a cal y canto con una pequeña placita en la parte posterior con una extraña estatua de alguna diosa pagana, un contraste algo raro. Desde allí conseguimos unas de las mejores vistas de la ciudad, se podía ver todo el casco antiguo con una perfecta nitidez no estábamos ni demasiado lejos ni demasiado cerca, estabamos en equilibrio. Seguimos remontando la colina hasta llegar al famoso castillo de la ciudad. Al principio me costó reconocerlo pues entramos por la parte de atrás que se encontraba en obras. El color había cambiado, en mi memoria tenía la imagen de un castillo marrón de piedra con cuatro torres apostado en una colina, poco tarde en descubrir que en pocos días se celebraban elecciones y estaban acondicionando y reformando el recinto a pasos forzados pintando la piedra de blanco, tenia aspecto de una típica casita ibicenca sobredimensionada… que desastre! Pensé, aunque poco a poco y cambiando de ángulo empecé a cogerle cariño a la construcción y empecé a descubrir su extraña belleza. La parte del recinto que no estaba en obras estaba veteada al público y al parecer era mala época, obras elecciones… joder.. otra vez, que mala suerte! Bordeamos el recinto, entre paletas carpinteros, técnicos de sonido, imagen, montadores, y señores con rotuladores dorados pintando los adornos de las barandillas en tono dorado. En tiempos de crisis oro de la marca Staedtler barato y sin necesidad de fundir. Salimos por la entrada principal, lo hicimos al revés pero asi te ahorras parte de la subidita. En frente el parlamento, un par de fotos y empezamos a bajar hasta la antigua iglesia. La iglesia “modernista” de santa Isabel es un lugar pequeño y de extraña belleza, cuesta creer que fuera lugar de coronaciones en tiempos pasados pese a lo reciente de su construcción además, desde allí se tiene una bonita panorámica del castillo. Cerca de allí hay varios pubs y locales de moda a precios de baretos cutres, un buen sitio donde relajare y así lo hicimos, precios insuperables, cubatas a 3 pavos en cool places. Continuamos caminando dirección a Slavin, el famoso monumento a los soldados rusos caídos en batalla durante la “liberación” y si pongo comillas por razones evidentes, de camino pasamos por El Palacio Grasslkovich. El Palacio Grasslkovich tan solo se puede ver por fuera, el paso a los turistas esta prohibido por lo que nos dimos una vuelta por sus alrededores, y estuvimos sentados un rato charlando en uno de las jardines posteriores a la edificación. Pese a ser un monumento Histórico importante el camino hacia Slavin está prácticamente desierto, no se, preguntando después a compañeros su respuestas estuvieron relacionadas con el miedo o la sensación de inseguridad, pero mirando, preguntando y observando el entorno un poco me di cuenta de que el camino al monumento pasa por algunas de las calles más seguras de la ciudad, entre mansiones, villas y pequeñas casitas, nos topamos con varias comisarías de policía y cruzamos con varias patrullas. El camino es largo, quizás una hora a pie, quizás menos si eliges una ruta mas acertada, eso es un laberinto de calles rodeando una colina. Llegamos ya al atardecer, me encanta el atardecer, aunque allí me daba un poco de miedo para ser sincero. El monumento, una torre en un pedestal, en lo alto un soldado soviético sujetando una bandera. Todo esto en una plaza, con tumbas en cyrico alineadas en paralelo a la estructura, en las esquinas estatuas amables de gente sonriente. Las vistas son inmejorables, ya que se encuentra en lo alto de una colina divisable desde cualquier punto de la ciudad en cada uno de los ángulos de la plaza encuentras una zona diferente de la ciudad, y la vista completa del Danubio separando la ciudad. Estuvimos allí una hora, quizás más o tal vez menos, el tiempo se nos echaba encima. Mi compañero saco el GPS de la mochila, lo encendió y en menos de 45 minutos estábamos en la estación de tren. Llegamos justo a tiempo a la estación, el día estaba dando paso a la noche, y no me apetecía caminar por esas calles en la oscuridad de la noche. Cogimos el tren de regreso a Viena pues allí teníamos la habitación.
Todas las fotos aqui : http://www.flickr.com/photos/andormix/sets/72157624607189465/

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