domingo, noviembre 07, 2010

InterRail 2010 vacaciones en tren. Praga - Republica checa y a casa (Parte VII)

El reloj astronomico de praga
Punete de carlos IV
Desde el puente de carlos
Paseando
Un dia de rojos
My key
¿Comemos?
El hombre colgando
Llegamos a la estación sobre las 9 de la noche, con tiempo como de costumbre, recogimos nuestras maletas en la oficina de equipaje y esperamos a que llegara nuestro tren. El tren era el mismo modelo de tren que el que cogimos en el trayecto Budapest-Cracovia, pero esta vez íbamos en primera clase. La primera clase de un tren polaco no es ninguna maravilla, un habitáculo de 4 x 2 con 3 camas un pequeño armario compartido y una pica donde lavarse la cara, un autentico lujo comparado con la celda de aislamiento que supone un billete en vagón de segunda clase en este tipo de trenes. Como era de esperar tuvimos que compartir la cabina con otro acompañante, nos tocó con un tipo coreano de unos cuarenta y tantos años, unos amigos suyos lo metieron literalmente en el vagón dirección a Praga como si de un niño se tratara, apenas hablaba inglés pero conseguimos adivinar mediante gestos y palabras sueltas que era un pastor coreano de nombre Chain, de algún tipo de iglesia sudcoreana católica y sus amigos eran algo así como misioneros, era todo demasiado raro la verdad. Para no romper la tradición y cumplir un tópico en una situación tan atípica en menos de diez minutos nuestro compañero coreano saco de su bolsa su cámara de fotos Nikon para empezar a sacar fotos como un loco, del vagón, con nosotros sin nosotros, desde aquí desde allí… en realidad pese a lo extraño que parecía todo era buena persona, quizás demasiado inocente, demasiado confiado. Aquella noche hubiera dormido bien si no hubiera sido por los extraños sonidos de película japonesa de bajo presupuesto basada en algún arte marcial que emitía nuestro amigo Coreano “yooooooooouu” “huyaaaah” parecía Son Goku borracho, todo esto mezclado entre extraños ronquidos de serie B de algún tipo de alienígena de plástico con un enano asiático en su interior moviendo las palancas. Al principio me hizo gracia, con las horas empezó a mosquearme un poco, al final conseguí ignorarlo y dormir algo. Llegamos a Praga a las 7 y pico de la mañana, nuevamente demasiado pronto joder…. Desembarcamos del tren justo delante de una estatua metálica ennegrecida a tamaño real de un padre y su hijo con aspecto de refugiados de la segunda guerra mundial que intenta adornar estación. Allí Chain nos dijo que necesitaba encontrar una estación de metro para ir a nose donde y por su puesto le ayudamos. Tras buscar y recorrer la estación durante un rato Chain empezó a preguntar a la gente, no entendí bien la jugada pues le iba preguntando a la gente por la estación de New York a lo que la respuesta solía ser una encogida de hombros o un “I dont Know”, quizás se equivocó de país o no sabía bien lo que preguntaba, al fin y al cabo era nuestro Son Goku borracho. Tras preguntar tal vez a quince personas una amable señora pareció mostrar interés, le explicamos que quería ir a la estación de metro y se lo llevo, amablemente iba a mostrarle el camino, o al menos eso nos dijo. Allí se separaron nuestros caminos. Volvimos al andén, y nos sentamos en un banco junto a la estatua. Edu se quedó alli esperando con nuestro equipaje y yo me dispuse a recorrerme la estación en busca de una oficina de información. La estación era grande, mucho mas de lo que pareció en un principio moderna y limpia, algo realmente extraño, estaba poco acostumbrado a ver ese tipo de infraestructuras en este viaje. Encontré rápido la oficina de información, estaba bien señalizada y ubicada. Habría en media hora, fui al encuentro de Edu y nos dispusimos a esperar. Allí estábamos, pasmados frente a la puerta esperando a aquel chico alto de cabello largo con más pinta de mochilero que nosotros que cinco minutos antes de las 8:30 estaba abriendo la puerta, no éramos los únicos, un par de señoras mayores llevaban algo más de tiempo que nosotros esperando. Esperamos otros cinco minutos más, mirando un mapa de la ciudad y unas fotos en una pantalla LCD que cambiaban continuamente mientras las señoras hacían una reserva. Tras medio acabar con las señoras el chico se dirigió a nosotros, “Can I help you?”. A diferencia de la mayoría de oficinas de información de otras ciudades en la de Praga se pueden hacer reservas de hoteles y hostales, y el personal es muy atento y competente. En menos de cinco minutos llamo a un par de sitios mientras yo tenía un cruce de palabras sobre el tiempo y banalidades con las señoras inglesas que estaban esperando su confirmación. Nos consiguió un hotelito muy barato a dos paradas de tranvía de la estación de tren nos enseñó un par de fotos del mismo y nos vendió un billete de tranvía por dos días, eso si me clavo 2 euros por un mapa en español pero con los puntos de interés marcados y fotografías. Salí de allí contento, satisfecho con el trato del personal y la realización de su trabajo y medios. Cogimos el tranvía número 9 y en menos de 10 minutos estábamos en nuestro hotel. El hotel era sencillo, un 3 pisos sin ascensor, pero con habitaciones grandes, comodonas y bien equipadas, y con algo muy importante, wi-fi gratis en todo el edificio con un par de ordenadores de libre uso. Nos duchamos y nos pusimos en marcha.
No estábamos demasiado cerca del centro de la ciudad, del casco histórico por decirlo de alguna manera, mas bien nuestro hotel se encontraba en la periferia o en un barrio sin nungun tipo de interés de la ciudad. Por suerte tan solo un par de calles nos separaba de una de las líneas centrales de tranvía de Praga. El tranvía numero 9 cruza transversalmente prácticamente toda la ciudad de Praga de este a oeste atravesando el centro y cruzando el rio, nosotros paramos cerca del museo nacional. Allí una plaza peatonal inclinada y a largada, de suelo adoquinado con pequeños jardines repletos de flores convivían con pequeños puestecitos de comida rápida y venta de suvenires. Allí comimos algo rápido y barato, sentados en un banco parcialmente ensombrecido por uno de los edificios que rodean el recinto y refrescados por el agua que unos pequeños camiones cisterna espolvorean regularmente con agua algunas calles de la ciudad regando los adoquines por los que se asomaban en las junturas pequeñas briznas de hierba. Con el estómago lleno y con la promesa de que Hyundai celebraba una fiesta aquel día con motivo del mundial de futbol, en la plaza del reloj astronómico de Praga, sin duda el símbolo mas representativo de la ciudad nos pusimos en marcha. Era pronto y queríamos ver lo máximo posible de la ciudad, teníamos poco tiempo, y estábamos realmente cansados pero eso no nos impidió zigzaguear para perdernos como de costumbre, esta vez en la ciudad de los bohemios. Esta vez, realmente nos perdimos, nos perdimos durante horas, por las mágicas calles de Praga. Cruzamos varias placitas y vías peatonales repletas de tiendas y turistas embobados mirando en los escaparates las típicas marionetas “made in prague”, colocadas en extraños aparatos repletos de engranajes de madera que movían los hilos de estas dándoles vida a modo de reclamo envolviendo el ambiente de un cálido tono mágico, como de otra época una extraña época renacentista medieval mezclada de pasajes de cuentos de hadas. Sin saber cómo, llegamos al puente de Carlos IV. El puente estaba realmente abarrotado, haciéndose imposible moverse sin tener que esquivar a turistas y vendedores ambulantes. A los lados, retratistas y paisajistas ofrecían sus servicios vendiendo sus obras entre estatua y estatua. Abrimos el mapa, se empezaba a hacerse tarde y la fiesta aquella tarde noche nos esperaba, en el orizonte el sol se empezaba a tornar rojizo, esa fue nuestra señal... Tras ubicarnos mientras veíamos la puesta de sol en el extraordinario puente gótico. Caminamos tal vez 20 minutos desde aquel punto para llegas a la famosa plaza. Aquel día ni a un solo centímetro cuadrado de aquella alargada plaza le llegaba un solo rayo de la escasa luz que desprendía el sol a esas horas, cientos de personas se agolpaban en todas y en cada una de las baldosas de la plaza que ya de por si famosa y en la que cualquier otro día hubiera albergado a cientos de turistas y hoy excepcionalmente se celebraba una fiesta. Alcohol, chicas, coches y futbol, y aunque de este último y siendo el centro de la fiesta no puedo decir mucho, para mí lo menos importante, ni tan solo recuerdo quien disputaba el encuentro que se dejaba ver en aquella pantalla gigante, eso sí, de todo lo demás podría escribir un libro, pero no lo hare, prefiero mantener… el misterio ;) . Los tranvías en Praga funcionan hasta altas horas de la noche, aunque hay que tener en cuenta que los números de estos varían, las líneas nocturnas tienen diferente numeración y los tranvías cubren más terreno del habitual durante el dia haciendo rutas más zigzagueantes y su paso es mucho menos frecuente. Aun así no nos fue difícil encontrar una línea que nos conectara con nuestro hotel, lo realmente difícil fue encontrar una parada de tranvía, ya que esta se encontraba alejada de la plaza, y nosotros en condiciones pésimas. Al día siguiente nos despertamos pronto, era nuestro último día de viaje, fin del trayecto, y pese a nuestro cansancio teníamos ganas de recorrer el resto de Praga. Tras revisar mapas y demás nos ingeniamos una ruta para llegar a la basílica de san Pedro y san Pablo al sur de la ciudad y desde allí recorrer lo máximo posible. Cogimos una combinación de tranvías que nos dejó relativamente cerca y tras caminar un poco estábamos delante de la enorme y rojiza entrada fortificada del recinto. El recinto amurallado de la basílica alberga un extenso jardín flanqueado por varias estatuas frecuentadas a la sombra de frondosos abetos. Recorriendo la muralla exterior bordeando un precipicio, se tiene una bonita y tranquila vista periférica de toda la ciudad. La catedral estaba cerrada, pero según pudimos saber prácticamente siempre lo está. Pegado a uno de los muros de la basílica se encuentra uno de los cementerios más antiguos de Praga. Nuevamente la obsesión de mi compañero los el inframundo nos detuvo en aquel lugar un largo rato. Paseamos y tome algunas fotos en aquel lugar santo para dejarlo atrás por la misma puerta de ladrillo rojizo por la que habíamos entrado. Bajamos la colina para dirigirnos nuevamente a la parada de tranvía en la que nos habíamos parado. Otro tranvía en menos de cinco minutos nos dejó en el Edificio danzante, un edificio que literalmente parece estar bailando y retorciéndose sobre si mismo ajeno a las construcciones adyacentes. Voy a ser sincero, a mi me pareció realmente horrible, composición forma y colores nada consiguió gustarme de aquella construcción. Comimos por allí cerca, en un pequeño restaurante a orillas del rio, hacia muchísimo calor, y yo al menos yo tenía algo de resaca que mezclada con el cansancio y mi dolor de pies me convirtió en una especie de ser inerte, me costaba reconocer las cosas, me hubiera gustado tener la mente despejada, y vivir mas intensamente aquella tarde en Praga. Comimos bien y barato en aquel pequeño restaurante de menú de trabajadores. Continuamos caminando toda la tarde bordeando el rio, hablando y hablando como de costumbre pero aquella vez, nos envolvía una extraña burbuja, dejando un poco de lado el mundo que nos rodeaba, mirando sin ver las cosas. Realmente no puedo decir mucho de nuestro largo paseo, y aunque tengo gratos recuerdos de las buenas risas que nos echamos en aquel largo paseo, nada consiguió realmente sorprenderme aquel dia desde la basílica. Aquel día nos fuimos a dormir pronto al día siguiente nuestro taxi concertado nos recogería del hotel a las 7 de la mañana para llevarnos al aeropuerto donde nos esperaba nuestro avión que nos dejaría justo en el punto donde habíamos empezado, Barcelona.
Praga me sabio a poco, el dejar para el final una ciudad tan grande y con tanto encanto y obligarnos a recorrerla en tan poco tiempo hizo que no la disfrutara en un sentido cultural en condiciones. No entre en ningún museo de los muchos que tenía ganas de ver, y me quedo por ver el famoso cementerio Judío y la zona del castillo entre otros sitios, espero tener la suerte de volver algún día con más calma. Desgraciadamente (en cierta medida porque realmente me reí mucho y me lo pase genial disfrutando otros aspectos) no puedo tacharla de mi lista de “ciudades pendientes”

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