viernes, octubre 08, 2010

InterRail 2010 vacaciones en tren. Cracovia, Auschwitz, Birkenau – Eslovaquia (Parte VI)

Hell Gate
La puerta al Infierno
Wire
El muro del infierno
Train Wagon
Vagon de transporte de prisioneros
Desde la vias
Two Jews, Auschwitz concentration camp
Un par de Judios en Auschwitz
Jewish Family, Auschwitz concentration camp
Una familia Judia en Auschwitz
The Tower
Cells
Celdas de aislamiento en Auschwitz
Crematoriums
Hornos crematorios en Auschwitz


Llegamos a Polonia pronto, sobre las siete de la mañana. Cansados, sudados y sucios, la segunda clase de los vagones cama Húngaros es espantosa. La estación era vieja pero encantadora un edificio amarillento de alto techo en el que colgaban lámparas de araña. En las paredes, pórticos y ventanas de madera envejecidos. En el mostrador de viajes internacionales una señora mayor de unos 40 años, mal educada y antipática con un mal ingles casi inentendible para nosotros. Tras discutir unos minutos nos imprimió una lista con los horarios rerroviarios con destino a Praga, ese seria nuestro siguiente destino en dos días, realmente fue muy desagradable y extremadamente mal educada. Creo que si vuelvo otra vez le traeré un consolador a ver si se distrae y luego nos atiende mejor. Salimos de la estación y esperamos sentados en su plaza, era temprano y hasta las ocho no abría la oficina de información. A diferencia de la mayoría de ciudades, en Cracovia las oficinas de información son privadas, son agencias turísticas que te venden un poco de todo y te hinchan de propaganda de garitos y restaurantes. En una de estas, frente a la estación nos hicimos con un mapa que más que un mapa parecía un papel de esos que te ponen a modo de mantelito en la bandeja del mc Donalls repleto de publicidad extrañamente encubierta y en polaco. Edu había oído hablar de un hostel llamado Mamas hostel el cual estaba considerado uno de los mejores hostels de Europa. Preguntamos por las calles y parecía que nadie conocía aquel lugar hasta que nos topamos con una vigilante de seguridad de una especie de recinto que englobaba varios edificios en una plaza, amablemente nos acompañó hasta la puerta. Este se encontraba en un callejón estrecho y era una planta en un tercer piso sin ascensor. Al final resulto que además de ser caro no tenía taquillas y todas las habitaciones disponibles eran compartidas, una mierda decepcionante hablando claro. Salimos en busca de alternativas. Recorrimos la ciudad preguntando en hostels por habitaciones individuales y condiciones, estábamos cansados, queríamos ducharnos y cambiarnos y cargábamos con nuestras mochilas. Ya desesperados tras preguntar en 10 o 15 sitios entramos en uno llamado City Hostel cerca de la estación de tren, la recepcionista muy amable, el precio inmejorable, wifi y internet gratis. La habitación amplia, limpia y con ducha propia, allí nos plantamos. La recepcionista amablemente nos guardó las mochilas, eran las 10 de la mañana y el Check-in a las 2 , dejamos las mochilas y nos fuimos a desayunar, cambiar dinero y a dar una vuelta. Teníamos hambre y para comer necesitábamos dinero, buscamos como siempre el mejor cambio y tras mirar algunas oficinas de cambio lo encontramos. En la plaza de la iglesia nos compramos una especie de coca típica de allí, no se el nombre de lo que comí, era algo dulce y duro que no sabía demasiado bien. Realmente Cracovia no nos interesaba demasiado, estábamos allí por Auwich, bikenau y el gueto. No conocía demasiado sobre la ciudad tan solo un poco sobre el gueto y algunos acontecimiento acaecidos en esa ciudad durante la segunda guerra mundial. Recorrimos el casco antiguo de la ciudad, o más bien uno de ellos puesto a que la zona del viejo castillo alberga varios lugares de interés culturar y viejas edificaciones aunque nos enteramos tarde de cómo llegar a el. La plaza estaba repleta de gente, escolares de excursión con el colegio que venían a pasar el dia y abarrotaban los puestecitos de madera de suvenires comprando recuerdos, rodeando al comerciante esperando con las manos llenas de monedas sueltas. A los laterales terracitas de cafés y pequeños restaurantes tan pegadas entre si que resultaba imposible distinguir cuando acababa una y empezaba la otra. Así pasamos la mañana, de un lado a otro paseando, perdiéndonos por las calles de la ciudad, esperábamos con ansia la hora convenida para hacer el Check-in. A las dos estábamos allí, puntuales como nunca, nos dieron la habitación, nos duchamos y cambiamos. ¡Dios! Que ganas tenia de cambiarme de ropa.
Estábamos listos y nos pusimos nuevamente en marcha, la recepcionista del hotel nos enseñó cómo llegar al gueto de la ciudad y a la fábrica de Shlinder, nos explicó que se encontraba cerrada por motivo de la celebración de una fiesta conmemorativa. Recorrimos parte de la ciudad andando, yo tenía un tremendo dolor en el pie izquierdo debido a una ampolla, demasiado caminar y poco descansar. Tras dar un par de vueltas por el centro, tirar unas cuantas fotos, tomar algo y ver algún que otro espectáculo callejero cogimos el tranvía numero 8 dirección al antiguo gueto de la ciudad, en el antes barrio judío de Cracovia. El gueto no es más que una zona bastante vieja y abandonada de la ciudad donde se pueden ver algunas referencias a la segunda guerra mundial. En la entrada una plaza conmemorativa adornada con sillas de metal sobredimensionadas. Preguntamos por allí a un par de personas, ariscas y reacias a hablar con nosotros, queríamos visitar la fábrica de Shlinder pero no teníamos ni idea de cono llegar. El mapa que nos dieron en el hostel era estaba bastante mal hecho, el sitio un barrio industrial repleto de garajes y pequeñas fabricas era confuso y el barrio en si no parecía demasiado seguro. Tras preguntar a varias personas un hombre de extraño aspecto con señas y señales nos indicó como llegar, estábamos bastante cerca. Caminamos diez o quince minutos por calles asfaltadas sobre antiguos caminos de piedra que aún se dejaban ver en algunos tramos, edificios abandonados adosados a viejas fábricas y paredes en las que se podían ver agujeros de bala, era como una dimensión paralela a la realidad, demasiado extraño, demasiado irreal. Caminando llegamos a una estrecha calle en el lateral de una de las arterias principales del barrio, habían montado un escenario, era una fiesta conmemorativa que hacían en un par de días, el museo estaba cerrado pero eso ya lo sabíamos, recorrimos el exterior de la fábrica y volvimos al gueto por un camino diferente para coger el tranvía que nos dejaría de nuevo en el centro para cenar y conocer un poco la ciudad de noche.
Cracovia es una ciudad de fiesta, las calles del casco histórico repletas de bares y garitos se hacen la competencia unos a otros y sus empleados salen a repartir publicidad y engatusarte con atractivas ofertas de fiesta y alcohol a bajo precio. Aunque los polacos son una gente bastante extraña, la fiesta nocturna en Crakovia estaba servida.
Al día siguiente nos levantamos pronto. La recepcionista del hotel nos había dicho que líneas regulares conectaban Cracovia con el campo de concentración de Auwich pero no sabíamos bien sus horarios tan solo que partían desde la estación de tren o cerca de ella. Así pues nos dirigimos a la vieja estación de Crakovia y conseguir algo de información. En la puerta un tipo mayor y de aspecto amable de unos 55 o 60 años nos paró en la entrada. Nos preguntó con extraño acento :Where are you From? We are from spain sir contestamos. -Ah! ok one momento guys. Esperamos atónitos mientras aquel hombre rebuscaba en una agenda replete de hojas arrancadas y pegadas con celo. –I find it. Dijo Casimiro mostrándonos una hoja de papel, en esta se podía leer – Somos pepe y maría (no recuerdo los nombres exactos) “Gracias Casimiro por tu estupendo tour, nos has tratado estupendamente y hemos visto cosas que sin ti se hubieran hecho imposibles de ver…” y el texto seguía con halagos y buenas palabras hacia aquel hombre. Tras leer esto nos explicó : El era un taxista, el cual por 30€ por persona hacia un tour por Auwich, Bikenau, algunos tramos de la antigua via ferroviaria y algunos otros puntos de interés alejados del centro. ¡Nos pareció perfecto! Nos llevó al extremo izquierdo de la plaza donde se encontraba su taxi, un viejo Opel Zafira, que me recordaba a mi primer coche, el interior era muy parecido y me trajo viejos recuerdos. Empezamos nuestro viaje, de camino, Casimiro en ingles nos explicaba todo lo que teníamos a nuestro alrededor, castillos, edificios, plazas, estatuas… con todo lujo de detalles, la frase, seguramente la mas pronunciada a lo largo del dia gramática a parte : here, the Polish army was died. Paro en un recóndito lugar, repleto de casitas unifamiliares, allí un vagón de tren apostado en un tramo de vía, Casimiro nos explicó, - Este vagón es un vagón autentico alemán de transporte de prisioneros, uno de los pocos que han sobrevivido y que se usó para transportar mujeres y niños, y todos aquellos que nos servían para trabajar en los campos. Sus palabras me dejaron petrificado y pensativo… hacia a dónde íbamos, estamos acostumbrados leer, ver en la tv o cine imágenes del holocausto Nazi pero estar allí, verlo con tus propios ojos es una realidad bien distinta, tenía una sensación rara, estábamos cerca de lo que un día fue el infierno. Nos montamos en el taxi paramos cerca de una vieja fábrica química alemana, uno de los campos de trabajo de prisioneros alemanes, en pocos minutos estábamos en Bikenau. La primera imagen que me vino a la cabeza fue la imagen de la película de Spielberg “La lista de Schindler” Aquella vía de tren que se adentraba por aquella entrada arqueada de ladrillo flanqueada por torretas y rodeada por interminables alambradas era idéntica a la imagen que tenía en mi mente. Allí Casimiro dijo – Largas filas de gente a pie cruzando los campos donde ahora hay casas venían desde los guetos de la ciudad para ser ejecutados, los que tenían más suerte llegaban en tren. Nuevamente me quedé estupefacto, se e puso la piel de gallina y esa extraña sensación fue en aumento, estábamos en el infierno. Rodeamos la alambrada, Casimiro nos enseñó en el suelo parcialmente enterrados por el paso del tiempo pequeños bunkers de ametralladoras apostados en zanjas alrededor de todo el recinto alambrado entre torreta y torreta. Recorrimos el extremo izquierdo hasta llegar a una zona medio derruida, donde faltaba un pedazo de alambrada y se podía distinguir un camino entre la hierba y maleza de la zona. Nos dio un mapa y nos explicó -Desde aquí podréis ver algunos de los hornos, depósitos de agua y el viejo hospital y centro de experimentación, a la derecha los antiguos barracones, al fondo algunos de los hornos de incineración. Y añadió con extraña normalidad –Aquí es donde los alemanes traían a Mujeres, niños y hombres incapacitados para trabajar, los ejecutaban y incineraban sus cuerpos. Qué horror! Pensé. Era incapaz de imaginar que en aquellas ruinas de ladrillo rojizo, experimentaban con personas, las gaseaban y incineraban. Solo eran niños y mujeres, que crueldad, que….. Nos adentramos por aquel camino dibujado en la maleza del bosque que engullía los terrenos colindantes al campo. Tenía muchas ganas de conocer aquel lugar y aunque la emoción me embargaba me sentía incómodo, como si no estuviera haciendo lo correcto, como si algo en mi conciencia me dijera que todo aquello incluso mi presencia allí estaba mal. Estábamos en el corazón del infierno, todo aquello, aquellas ruinas, aquellos ladrillos rojos, aquellas casitas de madera, aquellas torres de madera y teja roja simbolizando horror, dolor, racismo…. Caminando por aquellas calles no podía dejar de imaginar a toda aquella gente, todo aquel sufrimiento ¿Cómo el hombre puede llegar esos extremos tan atroces, a esa infame monstruosidad y esa muestra de crueldad y brutalidad? Se me hace difícil encontrar respuestas, quizás este en nuestra naturaleza, y eso me hace pensar… Salimos de aquel lugar, hacía un calor espantoso que había pasado inadvertido, estábamos demasiado inmersos en aquel mundo atroz. Fuera, frente a la puerta nos esperaba Casimiro, fuimos a su encuentro para dirigirnos a nuestro siguiente destino, Auwich. Entre Bikenau y Auwich hay unos 15 minutos en coche, cruzando zonas residenciales que antes fueron campos nos explicaba Casimiro, campos que cada dia cruzaban cientos de prisioneros para dirigirse a sus centros de trabajo a su ultima prisión, Bikenau. Auwich es ahora un museo al aire libre, sus antes barracones y centros de trabajo son ahora museos con muestras del holocausto. En las paredes interiores de todas y cada una de estas casas imágenes recuerdan el sufrimiento de los prisioneros que por allí pasaron, vitrinas con objetos personales requisados, desde maletas, zapatos, gafas hasta pelo humano que los nazis empleaban como material de construcción. Un recuerdo quedara grabado a fuego en mi memoria, en una de esas casitas en un primer piso una vitrina, en su interior cientos de zapatitos de niños, no pude evitar pensar lo peor, y lo peor de pensar lo peor en esa situación es que probablemente ese pensamiento fuera acertado….
Salimos de allí, era tarde y ese día después de meter en nuestras cabezas tanta información en imágenes, sin duda fue un dia extraño. Aquella noche pasemos por Cracovia, comentando lo visto pensativos, palabras cruzadas elegidas con, demasiada inhumanidad habíamos visto en aquel sitio, demasiado incomodo se hacía hablar de ello. Al dia siguiente cogeríamos un tren hacia nuestro último destino, Praga.

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